Nunca me he preocupado por lo que hacer con mi vida, ni siquiera a corto plazo. De hecho, suelo cegarme durante horas en cosas como poner en marcha el jacuzzi de aquel spa antes que pensar dónde estaré dentro de seis meses. Y ya no digamos en lo que respecta a otros entes ajenos a la organización.
Cosas del directo: el guerrero me señaló un camino con su espada afilada y punzante y un escudo en forma de chanclas mojadas. Su dialéctica me colocó un nudo en la garganta y todo el vapor de la sala de aromaterapia se me agarró a las corneas dejandome echa un guiñapo. Tenía razón. No debí haber huído. Jamás debí haber dejado aquel camino sólo porque dolía ya sólo con plantearlo y no ya digamos lo que hubiera dolido de empezar a andar.
Mi guerrero me sacudió. El amor es dolor. Siempre lo es.
Nota: me disculpo ante vos, amable lector, por no tener fuerza ni valor para corresponder su amor y atención para con mi verborrea.
Etiquetas: Derrapes mentales, Música, Querido Diario
El guerrero se amansó
embriagado de balneario.
Pero no era tu piel, era tu sonrisa
la que guardaba la llave para ganar de nuevo.
Dicen que cuando una historia termina mal
es que no te la han acabado de contar.
Y es cierto.
Un (b)eso...