Un bonito día como el de ayer, por ejemplo. Y no porque fuera domingo, no señor.
El lienzo se plantaba y lo ignoré. Las cuerdas se tensaron y pasé de ellas.
Si me despisto es que no hago ni de comer, joroba.
Esas cosas no se planean, pero el día comenzaba en el suelo, con el colchón de verano aquel que tiro desde el somier y que hace que las santas madres se tiran de los pelos un año tras otro. Una o ninguna tradición: mi verano llega cuando las primeras horas de la madrugada me dan en el tejado y mi colchón yace en el suelo, cual futón venido a más. Y con los ojos a medio traer, una película.
La Princesa Prometida.
Si, ya, bueno.

No me mireis así. Es lo que soy cuando el calor no me deja llevar rol alguno...
Pobres de aquellos que no tengan sitio ni fé ya para un ratito de cuentos de hadas con sus Buttercups, Hamperdincks y sus guapísimos rubísimos enmascarados espadachines de bigotillo francés.
Recordar que el buenazo -connotaciones todas- de
Westley es además el
Robin Hood de Mel Brooks y el último director adjunto del FBI
Brad Follmer. Darme cuenta de que el bueno de
Montoya es el fulano que
se comió una bala en
Mentes Criminales.
Hola, me llamo Iñigo Montoya. Tu mataste a mi padre. Prepárate a morir.
¿Puede haber mejor frase para un buen día?
Un día bonito para mi es el que me permite zamparme todos los
Flash-golosina y los
Calipos que pueda encontrar. Es recrearme con el
Sharp Dreesed Man de otro rubiales ignorante de la existencia del secador de pelo o enredarme con la capa roja de mi alien favorito. Es escuchar a
Nacho Vigalondo ensalzar un planazo de Expediente X.
Un día bonito para mi es que mi gurú me llame en la madrugada, cuando el tejado hace ecos y me dice no-se-qué de irnos al Caribe a quemar todos los cartuchos habidos y por haber. Y quién le dice que no?
Pero lo mejor de un día bonito, de largo, es encontrarme con un pequeño tesoro chillón.
Una bola de pelos que me mordisquea los dedos y que por fuerza tiene que ser hijo de uno de los petardos malcriados que guardan mi casa. Un gatito a rayas que se parece hasta la perdición a mi difunta gata bengalí. Veronika, ya soy abuelita!
Menos mal que esos días pasan muy de vez en cuando que si no, me abandonaría yo también si pudiera. A ver si me vuelve la vena tragicómica y seguimos escribiendo que si no esto se va a convertir en otro aburrido blog pseudo virtual
"Prepárate a morir...", la frase tiene mala leche, porque si lo matara directamente aún, pero no, "prepárate..", o sea, no le va a resultar fácil morir, no, va a tener que esforzarse..., joder, ya que te van a matar como mínimo no dar un palo al agua, no?
Besos.