
Estoy cansada.
Harta de lo que vengo viendo, siendo y oliendo en lo que va de año. Incluso un poco más. Seis meses como mucho y caduca. Cierro, tiro con los ojos cerrados todo lo que huele mal -y que hay quien diría que aún se puede comer- y nunca más se supo.
Vivo feliz así. Una vida detrás de otra.
Hay quien se queda mirando y mientras se frota las patitas me juzga, confiado y arrogante amasador de atenciones ajenas, inútil ahora.
Recogiendo a Ego,
una frase que nunca creí que tendría que decir más de una vez: "No existo más para ti".
Y una que nunca pensé que oiría:
"No sé qué te ha pasado pero estás de vuelta de todo".
Ejem... ¿me lo permiten? ... Decir que me siento orgullosa, claro. Ha sido un placer.
-Qué me quieres amor?
-No sabes lo que quieres
-Su opinión será recogida en breve. Gracias. Ya le llamaremos.
Ayer volví a ser humana. La humanidad no reside en un pequeño trozo de carne pero hoy, que ya no está, me siento un poco más útil. Y eso, para mi que nunca fuí, ya es mucho.
- ¿Y porqué no apagas el móvil?
- Lo haría si no me gustara tanto dormir. Ahora sal de la habitación.
Dicen que tengo manías, que soy rara, que no contesto al teléfono. Sólo porque no quiera arrastrar la basura de una vida a otra. La venganza y el marujeo para el que no padezca de úlcera de éter ni alergia a la ausencia de materia gris. ¿Qué clase de espantapájaros sería si acogiera a todos los cuervos que me rondan?
Ayer recibí en mi bandeja de entrada una oferta. Alguien quiere deshacerse de una Adivinadora, el busto en madera de una señora omnisapiente, como si de una virgen de pedanías hablaramos.
La vieja y su bola mágica que guardan una verdad a cinco peniques de distancia.
- Deme usted un penique
-¿Para qué lo quieres?
- Para beber
La tragicomedia del euro. Menos mal que guardo unos cuantos centavos de cuando mendigué en Toronto y me da para un par de preguntas. Nada de nueveceroseis ni señales incoloras, inodoras y muy muy insípidas. Olvídate del horóscopo del teletexto, ¿quieres?
La verdad, la que está ahí fuera y aquí abajo la tiene la adivinadora mecánica que aguarda dentro de su pecera a que mi pago la motive.
Ojalá fueran deseos y no verdades. Nadie quiere verdades. Ni siquiera tú.
Y yo hace tiempo que dejé de quererlas.
Igual que a todos los que has sido tú.
Habla mortal, cuál es tu pregunta?
Hum... ¿Cuántos años tiene Massiel?
Etiquetas: Querido Diario
Para un futuro incierto, me vino como anillo al dedo encontrarme con esta máquina.
Acabo de hechar una moneda en la máquina de la adivinadora y me temo que se ha quedado atascada.
Era mi última moneda, ahora nunca sabré lo que me depara el futuro.
Saludos,