8 abr 2008
Arras para qué os quiero!

* Raptado sin permiso a La Pequeña Delirio


Pese a las idas y venidas de la desgracia y lo absurdo la vida prosigue su curso con ocurrencias y avenencias propias de una vida normal, corriente y ligeramente insulsa.

Anoche tocaba serenata. No sabía en qué consistía hasta hace apenas unos meses.
Al parecer, el novio y los amigos acuden una madrugada previa al enlace a la puerta de la futura esposa para cantarle canciones de amor o sucedaneos igualmente recalcitrantes.
Para aquel que denote cierto tono de hostilidad en mis palabras, decir que su capacidad de observación es bastante pobre. No es hostilidad, es incomprensión absoluta.
No es que me moleste. No me malinterpreten vuesas mercedes.

Si hay algo que tolero aún menos que el cianuro en vena es el razonamiento cerril de los extremos, incluyendo lo hipócrita de esos que se ocultan bajo la manta de los alternativos, progres y libres de normas. Los mismos que te piden pasta para pagar el saldo del móvil, por cierto.

Mi incomodidad ante un futuro enlace y todo lo que ello conlleva reside en el hecho de llevarme en un viaje espacio-temporal a otra dimensión completamente ajena, distante y, sobre todo, inalcanzable.
Me encuentro más en mi salsa devorando patas de Cthulhu al horno a bordo del Nautilus que cantando canciones de la tuna en la puerta de mi vecina.
Pese a todo, una vieja amargura se me cuelga de la campanilla y me cuesta hacerla resbalar a lo profundo de mi estómago.

Una vez escuché decir a un malvado fumador que los grandes hombres sueñan con los pequeños placeres de la vida, con las cosas sencillas. Aquello me golpeó. No soy un gran hombre - ni siquiera soy hombre y no digamos una buena persona- pero admito haberme reconocido en aquella afirmación.
Ante vosotros, mercenarios de la palabra, me postro y me confieso. Me veo incapaz de tener una vida normal y corriente, una vida con marido, niños, hipotecas que pagar y antipulgas que comprar.

Y todo eso lo pensaba anoche, mientras sostenía entre mis manos las arras que el padre de la novia había adquirido para el enlace de su única hija: trece monedas de plata de curso legal que vienen a significar el pago del novio en agradecimiento por la virginidad de la novia.

Menos mal.
Son esas tradicionales incongruencias las que me hacen sobrellevar esos tragos. Levanto una ceja, sonrío de medio lado y hago rodar una de las monedas de plata por mis nudillos. Le saco brillo así a mi ironía mientras me trago una vida que nunca tendré.

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posted by Duckland at 10:38 | Permalink |


3 Comments:


  • At 8 de abril de 2008, 12:43, Blogger Nuevo Ícaro

    La vida no es el matrimonio, los hijos, una casa, un buen coche, etc... Eso es solamente un espejismo creado por la sociedad y aceptado por casi todo el mundo, y aunque alguna gente alcance la felicidad de este modo, no es la única opción. Adelante con tu propia vida, aunque no se adapte a las exigencias de esta sociedad tan estúpida.

     
  • At 8 de abril de 2008, 18:13, Blogger Ego

    Quienes presumen de vivir en la normalidad impuesta por esta, nuestra sociedad, se matrimonian ante jueces o curas, se embarazan, se hipotecan, pasean de la mano en su cutre 'estriptis' rutinario. Qué pena dan a veces los mortales, convencidos e ignorantes de que hacen lo correcto mientras saborean esas arras de plata.
    Luego están los elegidos. Sonríen más y gritan menos. Pero esos se dedican a callarse.

     
  • At 9 de abril de 2008, 0:10, Blogger Thedarksunrise

    En contra del foro, respeto a quienes se ilusionan ante las tradiciones matrimoniales como respeto a las personas cuya máxima en la vida es contar los puntos del gotelet de las paredes. Que cada cual escoja el camino (real o ficticio) a su felicidad. Yo sólo pido suspensión de pagos en mis arras xDDDD