Existen pocos dias en la vida así. Días en los que descubres algo que siempre ha estado ahí, latente pero que supone una catarsis de conocimiento, pasión y verdad.
Así, por ejemplo, descubrí Roma.
Así, por ejemplo, descubrí Roma.
Pero cuando uno pasa por ese portal de luz, siempre hay que esperar más.
Por mi amor hacia Roma adquirí una pequeña joya: una espiral de plata que emulaba a los primeros colgantes de las mujeres del Imperio. Una vez pendiente de mi cuello, a cada golpe de la vida, esta espiral era repasada por las llemas de mis dedos... Pero como siempre he sido puñeteramente despistada, pues tampoco le hacia mucho caso a eso que llaman suerte o azar.
Hasta que visité Galicia. En una pequeña cala de Pontevedra conocí a alguien y me preguntó si sabía qué llevaba al cuello.
Hasta que visité Galicia. En una pequeña cala de Pontevedra conocí a alguien y me preguntó si sabía qué llevaba al cuello.
-¿Sabes qué significa esa espiral?
-No significa nada, es un colgante romano.
-Si que significa. Es una runa celta que tiene que ver con la vida y la muerte, con la Naturaleza, con el principio y con el fin. Te hará feliz si la llevas contigo.
Esa revelación por parte de una vieja gallega de piel curtida y alma impertinente me dejó hecha una estatua de sal. Yo pensaba que portaba mi particular homenaje romano y resulta que me habia convertido en una Druida en busca del caldero mágico.
Pero aquella señora llevaba algo de razón. Me niego a creer que un objeto tenga poder, como si del anillo Bolsón se tratara. Pero si es verdad que desde entonces he cuidado de buscar ese simbolo allá donde me encontraba especialmente agusto. Y rara vez falla.
Una espiral de miedo y sudor frio, de arena y tiempo. Una espiral de color verde y hielo, de sexo y agonía sincopada. Una espiral de chocolate y absenta, de la piedra con la que se hizo el Cristo del Corcovado.
El principio y el fin de San Agustín. El Eterno Retorno de Nieztsche. El universo del Ouroboros y, apurando, el ciclo de la vida del Rey León, película validísima donde las haya, por supuesto...
Me encuentro raramente feliz. Fijensé ustedes. Será que me he mirado en el espejo y he reparado en ese viejo colgante de falsa plata que hace una espiral y que repaso ahora mismo, sin querer, con la llema de mis dedos...
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Fíjate que cosas niña. Yo también escribí una entrada en espiral xDDD Para mí la espiral representa todo lo contrario. Esa figura geométrica se traduce en mi como ondas de angustia infinitas. Pero me ha agradado mucho conocer tu punto de vista al respecto. Besisss