Duccio Nacci viene a ser un fotógrafo que descubrí durante un verano que pasé recorriendo las carreteras de la Toscana.
Italia es una señorona de mirada altiva y maquillaje ajado, tan digna como decadente. Diría que su forzada coquetería proviene de sus canales venecianos, su mas alta herencia proviene de Florencia y su solemne y viejo corazón está sembrado justo en medio de la Isla Tiberina...
Y si, viene a ser aún más bucólico de lo que yo (mal)digo.
Si me alejo de mi habitual cinismo de oficina y me recreo en aquellos campos de girasoles con olor a pan recién hecho es porque ultimamente no soy yo y porque fue allí, bajo una enorme luna llena que me sorprendió en San Giminiano, donde me tropecé -casi literalmente- con lo que queria hacer con mi vida. Me senté a la orilla del camino, dejé las penas pilladas a las piedras de las seculares calzadas y empecé a recoger pedazitos de mi que pendían de los tallos del trigo.
Y me recreo en ese momento cuando alguien tiene a bien compartir conmigo sus desdichas y quéhaceres...
Decisiones que tomar, alguna que otra pérdida tan trágica como la propia vida, sinsentidos varios... Ese tipo de cosas que hacen que uno pierda el norte, la fe, la esperanza, la honra... y hasta el relog en mi caso.
"Dices que no sabes qué hacer, que andas sola y perdida..." me decía aquel sol de la Toscana, que se me colgó de una oreja y empezó a calentarme la cabeza con sus cosas, creyéndose un pepito grillo cualquiera. Como si no nos conocieramos de nada, oiga!
Pero lejos de recrearse con universos de Coelho o viscerismos de Loriga, aquel sol me habló de cosas que yo entendía, de lo que no había podido hacer o ser, de lo que habia perdido, de las cosas que me esperaban... Y empecé a sentirme mejor. A ver cosas que no se me habia ocurrido que pudieran estar ahí. Ni que yo pudiera verlas.
Italia, y mas Roma que cualquier otro lugar, me cura. Lo pervertido, lo mal hecho, lo roto... que suele ser mucho. Todo lo que pierdo acabo encontrándolo allí, casi siempre bajo un viejo roble que hay frente al Vittoriano y que me recibe cada vez que vuelvo a pisar la romana Piazza Venezia.
Lo siento. Llevo unos días que no estoy para nadie. Llevo unos días que no me reconozco.
Ojala pudiera recortar un sol para cada uno de los que me habeis estado buscando. Ojalá pudiera regalaros una entrada a mi cabeza cuando estoy otra vez allí, bajo el sol de la Toscana.
P.D. He aquí una estupenda guía para recorrer la Toscana como dios manda.
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