Un trabajador de obras públicas pisoteaba esta mañana un pequeño rosal chino porque le estorbaba para verter el nuevo asfaltado.
Una pareja se besaba ebriamente anoche en una oscura tetería mozárabe sin prestar atención a cuatro pequeñas y escuálidas réplicas que los miraban sabiéndose un error.
Un chico de rostro triste y sonrisa franca que saluda, con la palma abierta y ademán infantil, desde el asiento de copiloto de una vespino, en dirección a un bonito cementerio levantino.
Un gato mestizo, de manchas pardas y pocos meses que mordisquea, juguetón, la recién oreja inerte de su madre recostada en medio de un camino sin límite de velocidad.
Cuatro punzadas que, abusando de las especias, hay quién dirá que hieden y rezuman pura sensiblería. Eso no las exime de ocupar un lugar del obligado olvido para no caer en la locura.
Etiquetas: Guiños, Relato
Cualquier dia te operan la mirada. Debes esconderte. Eres políticamente incorrecta.
Eso no se ve, hay que decir que todo es precioso...
Besos.