Veronika me enseñó a dejar todo atrás, a mirar directamente al abismo porque el abismo ni es para tanto ni sirve de atadura ni es lo peor que puede ocurrir. Veronika me enseña siempre.
Y por ella embisto, alzo la espada sobre mi cabeza y me dirijo gritando al abismo, a batallar a golpe de palabra... Porque ya no hay miedo, no hay dolor, no hay qué temer. Mi guerrero me guía ahora.
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La rabia y el despropósito
el labio mordido, las venas incoloras
el hedor a sangre y sal
la destrozada víscera hiriente
lo desquiciado de la arrogancia
lo irremediable de la dependencia
la del que nunca gana
la del que llora para que te apiades
la del que grita para que te encojas
la del que insulta para que ¿para qué?
Los imperfectos timbres
de un asfixiante destino que,
repetido mil veces,
que nunca lo fue.
No lo puedo entender
No te puedo creer
Nunca más alegar en el nombre
nunca más defender el hierro hirviente
nunca lo que pudo haber sido
porque nunca lo fue.
No queda rencor ni castigo, solo certeza.
Porque lo creí y no, no lo era.
Ninguna de ellas lo fue.
Ni a este ni al otro lado.
No te puedo creer
No puede ser
Una luz me acoge ahora.
No hay batalla que librar,
infierno que ganar,
precio que pagar.
Solo luz.
Y a esa luz me consagro,
desde ahora
y mientras me quede vida para devolverle.
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Veronika, esta batalla también la libro por vos,
mis palabras son las tuyas, mi camino el tuyo,
para que esta luz te alcance algún día.
Etiquetas: Poesía
La poesía es muy buena.
No sé a que situación la aplicas, pero eso es cosa tuya.
Besos.