
Me tienes confusa, emocionada, pequeña.
Hacía diez años que no te veía, no sé cómo te reconocí.
Un guiño: dices que nunca me dejaste sola.
Sonrio. Maldita seas. Claro que me dejaste sola
¿no viste que me rompí?
Hoy, sin venir a cuento, te me agarraste al corazón de un salto.
Pequeña mía, ¿dónde has estado?
Saltas, inquieta, te muerdes los nudillos de pura emoción.
Has cambiado un poquito, creo, ¿o son mis ojos?
Te sigues elevando sobre las puntas de mis pies como al principio.
Nunca has tocado el suelo. No ha hecho falta.
Incontenida te brotan los grititos inaudibles, infantiles, inefables.
Te eché de menos, cielo, recién me di cuenta ahora.
Sientaté aquí conmigo, ven, bajo el roble, va.
Te me quedas mirando con los ojos muy abiertos,
¿Qué? sonrío a dientes llenos.
"¿Qué te ha pasado?"
Me dejaste. Me perdí. Me rompieron. Rompí a otros.
Aún hoy, antes de que tu llegaras, deseaba ser
capaz de matar a alguien con mis propias manos.
"Ya sé a quién dices", dulce.
Dices que no puedo hacer eso por estar igual de enferma.
Me sonries. Me confortas. Maldita seas, ¿dónde te metiste?
Te pones de pie de un salto y tiras fuerte de mi mano.
"Vamos, tenemos mucho que hacer"
No podía haber sido mejor.
Etiquetas: Relato
Loco estoy yo por intentar pillarlo, en fin, otro día, sea quien sea, incluso tu misma que también podría ser, que os vaya bien.
Besos.