3 dic 2007
"Mientes más que hablas!"



El metro de la Puerta del Sol se ha convertido, por unos días en el centro neuralgico de mi universo de incognito. Me encanta el metro de Madrid. Debo ser la unica en todo el país que lo encuentre fascinante. Eso es cierto.

Pero soy una mentirosa de nacimiento.
Miento a todo el mundo en diferentes grados de flagrancia. Y no por gusto. Siempre he mentido para garantizar en mi vida cierto control propio y absoluto. No me gusta dar explicaciones y mucho menos que me las pidan. Pero también miento para "normalizar" lo que no parece que lo sea.
No sé, no entiendo porque la gente no entiende que quiera darme el lujazo de pasar un fin de semana en un hotelazo de millones de estrellas porque si, porque creo que me lo merezco. Porque tengo el resto de la vida para pagar la deuda. Pero en eso tambien he mentido. Y en un grado terrorifico según el frente.

Me encanta viajar sola, descubrir mi mundo a mi modo. Si quiero salir del hotel salgo, si no, no lo hago. Por cierto, el servicio de habitaciones es algo maravilloso que no habia descubierto hasta ahora. No he ido de compras ¿para qué?
Bueno, si que fui de compras, pero a MIS compras...

Expocomic se convirtió en la escusa de mi viaje. Siempre necesito alguna porque mi conciencia lo necesita, será que en el fondo soy más normal de lo que creo. Sinceramente, era tal y como me imaginaba. Eso si, sin disfraz. Yo pase desapercibida entre tanto barullo y hormonas. Lo malo es que tuve que comprar un par de bolsos de Death Note para poder llevarme todo lo demás entre tomos, chapas, camisetas y alguna que otra figura... Y es que no tengo altura.

No quedé con quién esperaba y en su lugar apareció alguien que no esperaba encontrar: un ingeniero de sistemas tan canalla como zalamero, como todos los varones gallegos que he tenido el gusto de conocer... ¿Casualidad? No lo creo. La tierra gallega sabe que le debo una... y de vez en cuando me guiña un ojo para recordarmelo.


Gracias a ese "golfo diplomatico" me descubrí en presencia de un mafioso manoslargas como salido de un folio de Perez Reverte que regentaba el restaurante arabe en el que cenamos. Una cena arabe acompañada por copas de vino blanco y rematada con un te de hiervas y una pipa de agua o Shisha que sirvió para algo más que compartir.



Me vi hechando de menos a alguien que no conoceré jamás: Maria, la anterior bailarina de la danza del vientre, morena de ojos claros tan guapa y simpática como mi amable acompañante me pintó. Me vi rescatando para el recuerdo a un camarero de Melilla que lleva 7 años trabajando en Madrid y aun joven taxista que quiere ser diplomático para que no lo multen.

A él, lo llamaremos Manu -por ejemplo-, fue a quien más mentí. Un gallego madrileño tan guapo como asquerosamente sociable - ¿se percibe envidia en mis palabras?-. Le mentí pero él no tiene porqué saberlo ni en qué grado mi mentira afecta al hecho de que probablemente no volvamos a encontrarnos. Tampoco sabrá que lo guardaré en el pequeño espacio destinado de mis buenos recuerdos.


Manu, la estación Sol y Madrid son una de esas cosas que pasan cuando, aun pese a mentir hasta el infinito, los acontecimientos se escapan a mi control y me sorprenden con un guiño canalla delicioso.

Y esa perversidad de la vida me fascina.

 
posted by Duckland at 11:15 | Permalink |


1 Comments:


  • At 6 de diciembre de 2007, 20:37, Blogger Elena

    Yo si te entiendo; hoy he invitado a comer a mi mamá a un sitio de esos con estrella michelín, y ME LA SUDA que poca gente entienda como, por qué y en qué me gasto mi jodido dinero ;)

    Un beso